viernes, 28 de noviembre de 2008

Un día viernes

En una tarde puedes caminar de la mano con quien tu quieras, es bueno hacer ese ejercicio.
Caminar y llegar a un lugar bueno, entregarte a la situación y crear momentos únicos.

En una tarde claro que puedes pasalo muy bien, vivir, como no lo volverás a hacer, puedes ceder ante tus tentaciones y enamorarte de los ademanes ajenos.
Creo que puedes también, aceptar cosas que en otras situaciones no tolelarías ¿no me explico, cierto?. Eso tiene que ver en como aceptamos las cosas.

Creo.

Y a veces no creo.

Los colores, y los aromas tornan la manera de tu vida en el diario vivir, ¿cómo viviste el tuyo hoy?, hoy el sol para mí se depositó en mis piernas cremosas, en mi rostro espabilado y en mi helado de frutilla y platano, también estabas tú, quien cedió ante el cemento y ante la complicidad de mi mano acariciando tu espalda con la mano mia, la que a su vez estubo antes en tu cara, y en tu pelo, y en tu boca, y eso la hiso muy feliz.

La misma mano que hace dos años hoy estaba sumerjida en alguna cosa que hoy no recuerdo, hoy esta inmortalizando algo que mi mente hoy vivió.

La misma mano que junto a la tuya TAMBIEN crean cosas no buenas a las cinco de la tarde.

Tu mano, la que hoy tuvo un disco francés(que en realidad no es tal), que mantuvo una mesa de tacataca, la que me golpeó, la que me empujó, no se compara a la mano del niño que se descargó en mi.

Y sepanlo ustedes amigos todos, hoy un muy buen niño de dios, cuan palmada me dio en mi virgen brazo izquierdo. Todo lo podemos describir en un local de helados en un local aún mas grande, en donde se dirigen las masas enteras de trabajadores con sus familias, los pololos en busca de sueños, y una que otra solterona a comprar un calzón.
El niño este, muy chico, muy lindo, y muy rudo él, estaba descontento con sus amados padres, porque estos calañas no le quisieron comprar un helado, yo casualmente me encontraba junto a esta familia, y el niño no dudo en descargar su rabia en mi brazo, el desenlace no es mas que...
UUUUyy que feo, hijo, disculpese...
No tiene de que disculparse el cabro gueón, yo le pido perdon por no ser como él.
Por no poder botar mi rabia,
por ser lo que posiblemente será el en dies y ocho años más.

En una tarde te puedes dar cuenta de que alguna ves fuiste niño, que jugaste alguna cosa y nunca pensaste pasear de la mano.
Y menos mal que no te pegó a ti el niñito...

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