martes, 2 de diciembre de 2008

No fue un día más, para ella....

Todos los días viajamos, desde el suelo a la nube, y de la nube a la palabra.
Hasta la micro se torna el objetivo deseado para muchos de nosotros, en cambió hoy, el viaje para mí fue un más especial que lo de costumbre.

Avenida Santa Rosa es una calle tranquila, y su tranquilidad se vuelve febril cuando el reloj marca las tres de la tarde y junto a él, el calendario nos enrosca que es un día laboral.
Así las cosas, no era normal toparme en el camino con una mujer llorando, gritando cosas que no estaban pensadas en mí, ni para que las escuchara ni para que las entendiera.

Sólo las absorbí, y las reflexioné.

Avenida Pajaritos me mostró que la mujer no estaba sola, a su lado, y entre sus brazos tenía una carga emocional nunca antes vista por el perro que pasó a mi lado, su caminar(de la mujer, no el del perro) era custodiado por unas tres señoras de más edad y más templanza, que acompañaron el dolor y mostraron el porvenir a la malograda mujer.

Mi camino no cambió, fue el que debía ser.
LLegué a la universidad, saludé a la gente que acostumbro saludar y sentí cosas parecidas a las que voy a vivir mañana.

Si me dieron ganas de llamar a cuanta gente quiero, tal ves la sensación de que lloraba por el mundo que se nos va, por la inteligencia que nos desaprovecha, fue lo que me conmovió y movió también. Aunque no creo. Esas son ideas mías.
Ella lloró a su amado que pereció, probablemente su marido o hijo, o su amante, quien sabe.
A mi me dieron ganas nuevamente de saber de la gente que quiero, saber que no se morirán antes que sepan lo mucho que componen mi vida.
Tal ves sea un tema de juventud, y no de vejes que no esta consumada (como no decía Parra)

Su viaje no fue como el mío.
Al menos a mi me queda tiempos antes de caerme a la berma.

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